Elogio de las recetas a ojo

Elogio de las recetas a ojo

En internet puedo encontrar multitud de recetas.
Desde reconfortante cocina regional hasta exóticas exquisiteces de países lejanos.
Desde platos rápidísimos listos en cinco minutos a cocina a fuego lento para mi slow cooker.

Lo curioso es que muchas de ellas tienen un nivel de exactitud muy elevado.

8 gramos de esto, 21 gramos de lo otro, 17 mililitros de aquello de más allá…
¿De verdad nos podemos tomar en serio esas recetas?
Y además, ¿qué propósito tiene ese nivel de exactitud?

De toda la vida las recetas se han hecho más o menos a ojo.
Conoces tus ingredientes, así que los mezclas en una proporción que te parece prudente y preparas el plato.
La próxima vez quizás intentes que te quede menos seco, o más esponjoso, o menos hecho, más cremoso… y como conoces tus ingredientes modificas la proporción hasta que te queda exactamente a tu gusto.

Claro, si le quieres pasar la receta a alguien es posible que una indicación sea necesaria, que no es lo mismo medio kilo que kilo y medio, ni un huevo que tres.
Pero la realidad es que esa esa medida aproximada (a ojímetro, que dice mi padre) es casi siempre más que suficiente.
¿Qué necesidad habrá de especificar 520g de harina y 120g de huevo?

Pues con una frecuencia creciente leo comentarios de gente que dice que no se entiende con medidas como «una cucharadita» o que no se fía de medidas como «un vaso» o que incluso no sabe qué es exactamente «una pizca».

Porque nos hemos acostumbrado tanto a las recetas hiper-exactas que ya no sabemos ni medir si no tenemos una báscula.
Es que para medir un volumen cualquier recipiente que nos valga de referencia es a menudo suficiente.
Como el clásico bizcho en el que medimos con el vasito del yogur, que sale bien aunque un botecito de yogur casero no tenga el mismo tamaño que un yogur comercial. Porque lo que importa es la proporción.

Si seguimos las recetas como borregos nos sentimos incapaces de experimentar y de encontrar el punto perfecto para nosotros… que no tiene que ser el punto perfecto para los demás.
No hay más que pensar en una tortilla de patata. Con cebolla o sin cebolla, con más patata o menos patata, más o menos frita previamente, con el huevo más o menos cuajado. ¡Hay para todos los gustos!

Conste que no niego la validez de las recetas exactas.
Tienen todo el sentido del mundo en preparaciones delicadas, como la repostería en general, y también en el mundo profesional en el que es importante la homogeneización (quieres que tus productos sean siempre iguales para que el consumidor sepa qué se va a encontrar).

Pero en mi cocina, para el día a día, prefiero medidas más sencillas, para las que no necesite herramientas (ni báscula, ni jarrita medidora, ni nada de nada).
Porque, para mí, son suficiente.



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