Banquetes y otros excesos

Este fin de semana tocó boda. Y las bodas en Galicia, ya se sabe, implican un inevitable empacho de órdago.
Y es que tantos platos deliciosos, uno detrás de otro, son una tentación a la que una no quiere resistirse. Que si empezamos con pulpo, jamoncito, queso zamorano con uva, langostinos, plátano con bacon… que si ya sentados a la mesa nos empiezan a servir centollas, cigalas, vieiras al horno, rodaballo con timbal de verduras, solomillo con setas… que si nos sirven un pedacito de tarta que ya comes por no decir que no, ¡y todavía pretenden que nos tomemos el helado con chocolate blanco!
Menos mal que luego toca bailoteo, pero para el que prefiera la vida relajada no puede faltar algo para picar, asi que alguno que otro todavía tomó unas cuantas brochetas de fruta.

¡Cuánto exceso!

Y claro, duda una si estos eventos no serán un despropósito y cuando menos contraproducentes para la dieta que está intentando seguir.
 Pero como resulta que en la casa en la que hice noche había una hermosa báscula en el baño, no pude evitar el hacer el pequeño experimento del «antes y después».

Así que me pesé antes de la boda, recién duchada.
80’3kg.
Vale, es mucho para alguien de mi estatura, pero que me sobra peso ya lo sabía yo. La cuestión es, ¿cuánto engordé tras el empacho?

Así que me pesé al día siguiente, otra vez recién duchada.
80’4kg.
Vamos, que mi peso no ha variado en más que 100 miserables gramos, a pesar del abundate convite, en el que comí todo lo que quise y pude.

No puedo evitar que este experimentillo me reafirme en mi idea de que una dieta equilibrada debe ser capaz de asumir algún que otro exceso puntual, y muy especialmente si el exceso es una cantidad excesiva de comida que de por sí es saludable.
Porque, al fin y al cabo, lo que ingerí fue una cantidad excesiva de alimentos muy proteicos de gran calidad, y por lógica no puede ser lo mismo que un empacho de comida basura.

Cada día estoy más convencida de que no se trata de comer poco ni de pasar privaciones, sino de optar por alimentos de mayor calidad y por elaboraciones que preserven los nutrientes que nuestro cuerpo necesita.
Mi nueva dieta ha de consistir en comer mejor, ¡no en comer peor!



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