Caramelo líquido (y cómo limpiar el cazo después)

No tengo por costumbre hacer postres golosos en casa.
Pero cuando los hago procuro no estropearlos con el detalle más tonto.

¿Detalle tonto? ¿De qué hablo?
Pues de cuando te tomas un buen postre casero, que seguro que por si solo estaba delicioso, y lo cubren de un sirope negruzco que dicen que es caramelo. Y para rematarla lo acompañan de nata de bote también.
¡Qué rabia me da!

Pues eso, que puestos a hacerlo, lo hacemos bien.
El caramelo líquido es muy fácil de preparar, solo hay que tener un poquito de precaución para no quemarnos nosotros ni quemarlo a él en el proceso.

Y, por cierto, limpiar el cazo puede parecer algo difícil porque a veces parte del azúcar caramelizado se endurece y se queda pegado a las paredes o los bordes, pero en realidad es muy sencillo.

En general con agua caliente sale muy bien.
Podemos llenar el cazo con agua con un chorrito de vinagre y luego llevarla a ebullición, frotando con la misma espátula que hayamos usado, y así limpiamos las dos cosas al mismo tiempo.
Una vez retirado los restos de caramelo ya podemos fregarla como de costumbre.

Esto también vale para cualquier cazo o molde que tenga restos de caramelo duro o similares, un chorrito de vinagre y agua caliente ayuda a que se deshagan con mucha facilidad.
Sencillo, ¿verdad?

Ingredientes

  • 200g azúcar
  • agua

Preparación

En un cazo (preferiblemente de fondo grueso) ponemos el azúcar mezclado con 4 cucharadas soperas de agua.
Por cierto, también prefiero utilizar una espátula de silicona mejor que la cuchara de madera.

Calentamos a fuego medio hasta que se vaya caramelizando. Con paciencia, porque tarda un rato.
Yo de vez en cuando lo remuevo para ver cómo va, aunque probablemente no sea necesario, pero es que estar tanto tiempo mirándolo sin hacer nada ¡es muy difícil!

Mientras tanto calentamos un vaso de agua (en otro cazo o en microondas) que usaremos después.

Cuando el azúcar empiece a tomar un color tostado sí que removemos para asegurarnos de que se carameliza todo.
El caramelo a mí me gusta que tenga un tono dorado, similar al de la miel. (No sé por qué los industriales suelen ser tan oscuros, la verdad.)

Y entonces es cuando llegamos a la fase delicada.
Nos ponemos un guante de los que usamos en el horno, para protegernos de posibles salpicaduras (¡ojo con esas quemaduras!) y vamos vertiendo cucharadas soperas de agua caliente, de una en una y removiendo en cada una, hasta un total de 12 (o alguna más, si nos parece que ha quedado muy espeso para nuestro gusto).
Esta mezcla produce mucho vapor y el caramelo puede saltar, así que es importantísimo tener cuidado y ponerse ese guante por si acaso.

Retiramos del fuego y utilizamos a conveniencia.



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