¡Me he puesto a dieta!

¡Me he puesto a dieta!

Nunca pensé que diría esto.
Yo, que siempre he sido enemiga de las dietas, que incluso tengo un blog cuyo título es una broma al respecto, finalmente he decidido ponerme a dieta.

Si bien siempre he sido un tanto regordeta, y en ocasiones podría haber deseado estar más delgada, nunca el deseo ha sido tan fuerte como para realmente tomar cartas en el asunto y hacer cambios drásticos en mis rutinas.
A lo sumo cuidarme un poco de consumir dulces durante una temporada, o procurar caminar algo más. Y ya con eso mi peso se normalizaba en un nivel que consideraba aceptable.

Pero eso era antes.
Después de nacer mi hijo se me ocurrió la brillante idea de pasarme a los anticonceptivos hormonales. Y la lié.
Claro, al principio con la lactancia casi ni se notaba, pero según el niño fue dejando gradualmente el pecho yo fui ganando peso cada vez más y más rápido. En dos años gané casi 20 kilos.
Incluso después de dejarlos solo he conseguido mantenerme estable en el peso, pero está claro que lo de adelgazar no va a pasar si no me pongo seria con el tema.
Así que es el momento de ponerse a dieta.

Lo que ocurre es que las dietas de adelgazamiento más comunes son contrarias a mi filosofía de vida.
Contar calorías y reducir porciones me parece no solo innecesario sino estresante.
La moderación (en el comer) no la llevo muy bien. Vamos, que con lo de moderarme me veo cayendo rápidamente en una espiral de «por un poquito no pasa nada» hasta llegar al exceso.

Así que decidí indagar un poco y buscar alternativas.
Quizás reducir cierto tipos de alimentos fuese beneficioso por si mismo (¡fuera azúcar!) pero por otro lado eliminar algo que me gusta de mi vida para siempre parece tan tan tan duro 🙁

Y en esas andaba cuando encontré un artículo hablando del programa Whole30.

Empezaré por decir que Whole30 no es una dieta de adelgazamiento.
Vaya por dios, empezamos bien, ¿no?
Pues justamente es eso lo que lo hace interesante.

Básicamente es una dieta de eliminación, similar a las que se hacen para conocer si tienes una intolerancia a algún grupo de alimentos.
Eliminas prácticamente todos los alimentos prescindibles y te quedas con lo más elemental (proteína de origen animal, verduras y hortalizas, fruta) durante 30 días para intentar acostumbrar a tu cuerpo de esa forma tan básica.

Después vas reintroduciendo los alimentos retirados uno a uno (como los bebés cuando empiezan con la alimentación complementaria) observando como reaccionas a cada uno de ellos.
El propósito es comprobar cómo te encuentras tras cada uno de ellos. Puedes evaluar por supuesto una posible molestia física, pero personalmente me parece incluso más interesante el poder valorar qué es lo que hace que esté más hambrienta, que me induce más a picotear, etc.

Lo dicho, no es un programa de adelgazamiento (y de hecho una de las reglas del programa es que está prohibido pesarse) sino un experimento para intentar conocer mejor el propio cuerpo.
Quizás por eso me resulta más fácil el plantearme siquiera hacerlo.
Aunque parecer parece que va a ser duro, muy muy muy duro.

¡Ya os contaré cómo me va!



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