Albóndigas de merluza con salsa de guisantes

Albóndigas de merluza con salsa de guisantes

Reconozco que soy fundamentalmente carnívora.
Aunque como pescado, si me das a elegir entre un buen solomillo y una fantástica lubina lo más probable es que me decante por el primero.
Y si hay pescado con relativa frecuencia en el plato es más por salud que por paladar.

Así que muchas veces me engaño a mí misma con preparaciones diferentes, como se hace con los niños pequeños.
¿Y qué tienen que envidiar estas albóndigas a unas de carne? Nadita de nada.

Otra cuestión es la de los parásitos del pescado, que esta zona son mucho más frecuentes de lo que puedo tolerar.
Que sí, que entiendo que realizando ciertos pasos previos ese pescado es seguro para el consumo. Pero me da asquito.
Así que compro bastante pescado de acuicultura y congelado, que dicen que a nivel nutricional es indiferente… pero no sabe igual.
Por eso conviene darle un poco más de gracia con una buena salsa, como esta de guisantes.

Por supuesto, si usas una buena merluza fresca y guisantes también frescos estará aún más bueno. Para qué vamos a negarlo.

Ingredientes (para 2)

  • 4 filetitos de merluza (aprox. 400g)
  • 1 huevo
  • sal, pimienta, perejil, pan rallado y harina
  • 1/2 cebolla
  • 1 vaso de guisantes
  • 1 cucharadita de harina
  • sal, vino blanco, perejil

Preparación

Empezamos por cocer los guisantes en suficiente agua salada.
Cuando estén al punto que nos gusta, los retiramos del fuego y los escurrimos reservando un vaso del agua de la cocción para la salsa.

Picamos los filetes merluza. Si no tienes picadora puedes cortarlos a cuchillo lo más finamente posible.
En un recipiente amplio mezclamos con el huevo, salpimentamos y espolvoreamos con perejil al gusto, y añadimos pan rallado hasta que la mezcla tenga la consistencia suficiente para hacer bolas. Y las hacemos, claro.
Pasamos cada una de las bolas por un poco de harina y freímos por tandas en abundante aceite caliente. Las vamos retirando y dejamos que suelten el exceso de aceite en un plato con papel de cocina. Reservamos.

Picamos la cebolla y la pochamos en una sartén pequeña con un poco de aceite.
Una vez esté pochada, añadimos una cucharadita de harina y removemos. (Si te gustan las salsas más espesas puedes echar un poquito más, pero sin pasarse porque no queremos una pseudo-bechamel.)
Salamos a gusto y vertemos un chorrito de vino blanco, lo justo para que la mezcla quede pastosa.
Agregamos finalmente el agua de cocer los guisantes y llevamos a ebullición.

Si estamos preparando el plato con antelación, retiramos la salsa del fuego y mezclamos con los guisantes. Lo almacenamos en el frigorífico por separado de las albóndigas para que no se nos ablanden demasiado.
En el momento de comer, todo junto a una cazuela y dejamos borbotear un par de minutillos para que se mezclen los sabores.
Servimos y espolvoreamos con perejil.



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